lunes, 2 de marzo de 2020

Piedras musicales

Reunidas en una caja pequeña en la mesa de centro, cuchicheaban unas pequeñas piedras de diversos colores y minerales. Algunas eran más claras, ellas simplemente escuchaban y daban una que otra vez su opinión, otras eran más oscuras, ellas hablaban cosas de los inframundos por donde habían pasado. Otras eran más cálidas, ellas les daban besos y abrazos a las que se sentaran al lado de ellas. Otras eran de colores más fríos, esas eran más objetivas y sensatas en sus comentarios. Ellas sabían que día de la semana era, por la cantidad de personas que pasaban a su alrededor. Los lunes llegaba la nieta a almorzar, por lo que las risas infantiles y los retos para que se comiera la comida, eran infaltables. Los martes el padre lograba tener un minuto de silencio para su lectura semanal. Los miércoles la hermana hacía aseo en la mañana porque era su día libre. Los jueves la madre traía a sus amigas para comentar la vida de las vecinas de al frente. Los viernes el hermano llegaba de su ciudad de estudios. El sábado la banda del hermano tenía ensayo, y el domingo era el día de salida o almuerzo familiar. El día que más les gustaba era el sábado, se preparaban toda la semana para afinar el oído y lograr dilucidar que acorde hacía la guitarra, o que fraseo estaba haciendo el violín, o qué intervalo comunicaba el piano con el cello, y así. Se volvían críticas musicales, donde todas eran las expertas, y opinaban sobre la composición recién expuesta. "¡Oye, ese la sostenido bemol esta desafinado!, y qué se cree esa viola que se anda sublevando creando disonancias?, no no no, eso no es así, otra vez pero ahora háganlo bien". El oído de las piedras se había afinado tan bien, que lograron hacer un coro a 5 voces, sonaban súper bien, en serio que si, pero sus ensayos interrumpian la comida de la nieta, el libro del padre, el cagüin de la mamá y la tranquilidad del hermano. La hermana estaba fascinada escuchando a las piedritas mientras hacia aseo, y de alguna manera, acompañaban los almuerzos familiares de día domingo. La familia logró convivir con el coro de piedras en la cajita durante un largo periodo de tiempo, se acostumbraron, ya las dejaban ser y todo bien, hasta que un día, en el ensayo del hermano, por una crítica no constructiva de una piedra muy fría y un comentario malintencionado de una piedra oscura, el compositor de una obra se molestó tanto, que botó las piedras de la mesa de centro y las pisó tan fuerte que se dañaron sus pequeños oídos y quedaron sordas. Nunca más lograron emitir una nota o un juicio de valor al trabajo de los grandes músicos que llegaban cada sábado a construir realidades mediante melodías musicales.

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