jueves, 20 de septiembre de 2012

peripecias para comenzar una nueva vida

El ruido frenético de esta bocina es ensordecedor, "¿cómo no puede avanzar ese saco e' wea?" me digo a mi mismo, sintiendo que cada segundo es preciado en estos momentos; mi hijo... sí, mi hijo, y yo: ¿padre?, no me lo creo todavía... Oh, pero que soy estúpido, como no voy a llevar un regalo, mínimo gesto que pueda tener a esa mujer que tanto amo, y sí, la madre de mi hijo. Me detengo después de como 5 minutos de estar en ese taco, la primera florería que encontré abierta, ya que no podía regodiarme mucho al ser ya las 10 y media de la noche. Flores, las primera que vi, unas rosas rojas, las compro y me largo, no! espera, como le vas a llevar rosas rojas a una mina que recién parió, no pues, como tan desubicado, mejor... unos claveles blancos, sí sí sí, eso, no! esas flores son pa' los muertos, haber haber haber... perfecto! unos tulipanes amarillos, excelentes para la ocasión. Me devuelvo al auto corriendo, ya que han pasado unos 30 minutos de cuando me llamo mi señora que partía al hospital. Me siento, sacó las llaves, pero, ¿dónde están las llaves?, ¿las dejé en la florería?, más encima ya cerró... ¿qué hago?, ¡un ciclista!, le compro la bicicleta y me largo. - ¡Señor!, ¿a cuánto me vende la bici?, sabe que estoy súper apurado, me ayuda porfa.- Bueno caballero, se la dejo en $300.000. - Pero cómo, si esa bici no cuesta más de 100.000. - Ya me oyó caballero, son 300.000. A esas alturas, me deje llevar, le hice un cheque y partí, total, me faltaban como 20 cuadras todavía, no puedo perder más tiempo. Me faltaban como 13 cuadras aún, y se le corta la cadena a la bicicleta. Lo primero que pensé, viejo culiao, lo segundo, ¿que hago ahora?. Dejé la bicicleta botada, y me acerque al primer paradero que encontré. Gracias a Dios, pasó una micro, - ¿Pasa por el hospital Guillero Grant? - Sí, pero siguiendo el recorrido. Pago los $450, la micro me dio el medio recorrido (como siempre), y en ese intertanto, busqué el celular para avisar que llegaría más tarde aún, bolsillos del pantalón, bolsillos del abrigo, y nada... se me tiene que haber quedado en el auto, con suerte saqué mis documentos, y para más remate, el auto lo deje sin cerrar... Se sube un cantante medio hippie, mal oliente, y desafinado, pasó por el lado mío y el olor a marihuana no se lo sacaba ni con perfume. Se bajó, y de la nada, aparece un evangélico predicando la palabra de Dios, aún así le doy las gracias a éste, ya que justo cuando iba a comenzar a hablar llegué al hospital. Al llegar a la habitación, nada de lo que pasó me importo, mi señora le daba de comer a mi hijo, el cual ya se estaba quedando dormido.

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